En 1951 Pablo Tesak y Max Olano eran unos jóvenes de limitados recursos, pero llenos de energía. Nunca imaginaron lo que les tenía preparado el destino. Ambos habían vivido situaciones difíciles y luchaban por abrirse un camino en la vida; lo necesario para sobrevivir.
Pablo, recién llegado a El Salvador, y Max, viviendo en la ciudad de Chicago, estaban a punto de dar los primeros pasos para ser dueños de una empresa que les permitiera salir adelante y ayudar a muchos otros a tener un trabajo digno que logrará sacar adelante a sus familias.